viernes, 21 de octubre de 2016

Ticci Toby 

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Era un fin de semana, después de una fiesta con mis amigos, me encontraba caminando hacía mi casa, la mayoría de las personas encontraría espeluznante la ciudad cuando es de noche. La brisa soplaba y se oía el crujido de las bisagras. Pasé bajo la bandera que se estremecía por el fuerte viento que había.
Yo, conocía esta ciudad bien, muy bien. No solo tengo el cuchillo en mi sudadera con capucha, también soy fuerte y rápido, así que no tenía miedo. No estaba preocupado, así que no pensaba en eso. De repente, cuando pasé por una lámpara de la calle, volteé hacia el callejón, el cual frecuentábamos mis amigos y yo, y pude observar como corrían. Decidí echar un vistazo rápido, y pude distinguir una figura en la parte posterior, parecía mirar el contenedor de basura en busca de restos o algo así. No vi el rostro de la persona, sin embargo, escuché caramente el crujido cuando su cabeza se giró a un lado, casi como un búho. Retrocedí, quedé en shock, pero luego, una mueca de diversión estaba en mi rostro y lo encendía como a un farol, era extraño para una persona tener una reacción así después de ver algo tan anormal en un callejón, pero creo que soy raro, en general.
“Maldición, los drogadictos por aquí son raros…” Me reí de ese pensamiento y continué por la acera, mis botas chocaban contra el cemento y el sonido que hacían parecía tener ritmo. Estaba contento de tener la casa para mí, quería tenerla otra semana. Mi madre trabajaba más estos días y eso me dejaba mucho tiempo libre, además de la casa.
Es de noche, todo a mí alrededor parecía en llamas, mientras yo flotaba lentamente en el obscuro y confuso mundo de los sueños, ya sabes, esa sensación reconfortante en la cual sabes que estás dormido y te encuentras a la deriva, tranquilo, sientes todo en paz, mientras tus recuerdos pasan como imágenes borrosas en tu mente. En ocasiones, acompañados de tu corazón acelerado, o de escenas extrañas, que se reproducen como pequeños clips de películas pequeñas.
No me maravillo de esto por mucho tiempo, ya que de repente, despierto de mi sueño, me arrastro lentamente, me doy cuenta de que mis ojos están abiertos, me acomodo en la cama, parpadeo un par de veces, mis ojos se ajustan a la obscuridad y, a dormir… Me siento ahí, por un momento, preguntándome ¿Qué me había despertado? Estoy a punto de acurrucarme en las suaves sábanas, pero justo antes de que pueda, un llamativo sonido llama mi atención.
Crrrac-ccckk-crackack.
No sonaba muy fuerte así que tenía que estar abajo, seguramente fueron los gatos. Animales estúpidos. Odiaba cuando los gatos me despertaban. Con mi mirada molesta, me dejé caer en mi colchón, el cual rebotó ligeramente, mi mejilla contactó con la almohada, dejándome sentir la frescura en ella, deslicé mi brazo, acomodándome, dispuesto a dormir un poco más. El sonido no se detuvo, en lugar de continuar en un patrón irregular, continuó de una manera extraña, impredecible, empezó a sincronizarse con mi cabeza, después de unos segundos, comencé a pensar en qué pasaría
¿Acaso era una grieta? ¿Acaso era real? Me senté de nuevo, las sábanas de algodón fino se deslizaron en mis brazos mientras una de mis manos estaba sobre la cama, la otra buscaba ese cuchillo en mi mesita de noche, mis dedos sintieron el mango y se envolvieron alrededor de el. Tal vez estaba exagerando, pero más vale prevenir que lamentar… Estaba pensando en lo que podría ser ese sonido, cuando de repente, me di cuenta de que se escuchaba cada vez más cerca… Tomé el cuchillo con fuerza… Cada vez, más cerca… Como si estuviera caminando, caminando por el pasillo.
“Abajo, en el pasillo.” Esas palabras hacían que más sonidos vinieran a mi cabeza, como si fuera una señal, el lento sonido de esos pasos comenzaba a impregnarse en el pasillo, la que conducía a mi habitación. No tenía ninguna duda, había alguien en mi casa.
Sentí un hormigueo, el cual trepó por la parte trasera de mi cuello, mientras se me ponían los cabellos de punta. Mi visión fue fuerte, mi corazón se disparaba como una ráfaga de adrenalina a través de mi cuerpo, estaba congelado, como una estatua de mármol, sin atreverme a respirar, no podía voltear a los lados por mi propia voluntad, mi ritmo cardiaco es lento, podía sentir cada latido resonando en mi cuerpo, si emitía algún sonido, la persona en el pasillo podría escucharme.
Estaba dispuesto a moverme, mientras trataba de perder todos esos pensamientos, que se acumulaban como niebla en mi mente “¿Qué debo hacer? ¿Ejecutar? ¿Ocultar? ¿Emboscar a mi invasor?” Salté de la cama, observé la sombra de unos pies enfrente de mi puerta, una grieta de luz invadió mi cuarto, sin embargo, había una sombra que lo cubría casi en su totalidad.
Me apoyé en la cabecera de mi cama, los crujidos de las puertas sonaron de nuevo, me congelaron otra vez, mi aliento pasa por mi garganta mientras mis pulmones deciden entrar en una huelga. Pensé en que mi corazón seguiría ese ejemplo, sin embargo, mi sangre continuaba recorriendo lentamente mi cuerpo, mientras un sudor frío se apoderaba de mí.
El sonido de las bisagras me dio a entender que mi puerta se abría hasta su máximo alcance, una figura se distinguía en el camino hacia la puerta, mi boca no funcionaba, trataba de gritar…Gritar… Y pedir ayuda… Pero no lograba pronunciar nada, estaba… Paralizado… No sé cómo fui capaz de pensar tanto, sin embargo, entre ese momento, pude recordar cosas…
El callejón, el contenedor de basura, la cabeza que se asomaba al contenedor, su vestimenta. Era la misma figura que estaba casi enfrente de mí en ese momento, una campana color azul obscuro se levantó sobre él, sus ojos estaban cubiertos por lentes anaranjados, su chaleco color caqui estaba salpicado con sangre, lo cual me provocó otro escalofrió, que me recorrió la espalda.
Entrecerré los ojos, no sabía qué hacer, mi mente seguía intentando gritar, moverme, pero yo no respondía ¿Acaso no podía cumplir esas órdenes? “No”… Fue todo lo que logré decir, entonces mi boca se cerró y se negaba a pronunciar algo más. Era un hombre, su rostro estaba completamente oculto, gafas en los ojos, capucha sobre su frente y algo que le cubría la boca y la barbilla. Se acercó, tambaleándose ligeramente, su brazo se movió a un lado dos veces, mientras se acercaba lenta y tenebrosamente hacía mí. Dirigió una mano hacía su rostro, su dedo índice rozó sus labios…
”Shhhhh”.
Retrocedí contra mi cama, presionando mi espalda con el poste de la cabecera, estaba agarrando el cuchillo con tanta fuerza que mis nudillos se tornaron color blanco, observé el objeto en la mano del muchacho, sentí como mis pupilas se dilataban a causa del miedo, su arma era mucho mejor que la mía, observé la sangre que goteaba de ella, y noté que tenía mucha más habilidad que yo…
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El intruso elevó el arma, la sangre resbaló de esta y caía al suelo, no podía moverme y mis manos en el cuchillo lo fueron soltando poco a poco, antes de darme cuenta, el cuchillo que sostenía dio un golpe estrepitoso con el suelo de madera. Ahogué un grito, y mis oídos captaron un sonido… “¡No!”
“Shhhh…” Dijo él de nuevo, mientras continuaba su camino para encontrarme cara a cara en la habitación, después de que su pie contactó el suelo, al mismo tiempo que él terminaba su susurro, observé como su cuello se hallaba en un ángulo inhumano, oía el sonido de sus huesos, sus tendones, un sonido de muerte, una sensación mortal. Yo no escaparía, no me movería, yo esperaría esto.
Mi corazón latía cada vez más rápido, pareciese que iba a romper mis costillas, mi visión se tornaba borrosa, el oxígeno comenzaba a faltarme, pero aun así, mis pulmones negaban a aceptar el aire. Su cabeza ahora estaba en un ángulo de 50 grados, se movió ocasionalmente mientras se acercaba, nunca aceleradamente, un paso más, ese cuello parecía agrietarse, producía ese sonido misterioso que ahora me resultaba familiar…
“Shhh…” Dijo una vez más, ya encontrándose a un paso de distancia de mí, tomó su arma y la elevó ligeramente, mi visión de debilitaba, mi cuerpo se sentía pesado, sentía mis rodillas temblar, ¡Dios mío! Me sentía sacudido. Su arma se acercó a mí lentamente, la sentí apoyada en mi estómago, simplemente ahí, me sentí incapaz de mantenerme a mí mismo por más tiempo, en ese momento, sentí una mano en mi hombro, levantándome solo un poco, suficiente para sentir la cuchilla perforando mi abdomen.
La agonía enseguida se hizo presente en mí, mi cuerpo se puso rígido, el miedo, la conmoción. Las estrellas de la noche se perdieron de mi vista, mi visión se volvió monocroma, mi mundo giró, lo último que vi fueron un par de zapatos con punta de plata y el charco que se formó con mi propia sangre llegando hacia la punta de los zapatos del intruso…

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